ANTROPOLOGÍA DEL FRAUDE ELECTORAL, SEGÚN FABRICE LEHOUQ




Abel Arróniz Muñoz. Originario de la Ciudad de México. Ha sido secretario de redacción en el diario El Heraldo de México. Director de la revista de filosofía política «Paideia, divulgación del pensamiento crítico», editor de la «Gaceta Movimientos», creador del blog de divulgación de la ciencia «Descodificando la Realidad»: https://realidaddescodificada.blogspot.mx. Actual director de «Epicentro Cultural».




Frabrice Lehoucq es un investigador académico, reconocido consultor del Centro Carter, investigador de la Universidad de Notre Dame, de la Fundación Alexander Von Humboldt y de la Fundación Nacional para las Humanidades. Es doctor en Ciencia Política de la División de Estudios Políticos del Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE). Entre los diversos estudios que ha escrito tiene uno ad hoc en este momento titulado ¿Qué es el fraude electoral? Su naturaleza, sus causas y consecuencias, del cual intentaremos hacer una semblanza y crítica en este espacio.

En este ensayo, Lehouq lleva a cabo un estudio sobre el fraude electoral en distintas partes del mundo, México incluido a la sazón del conflicto poselectoral en el que el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador denunció el fraude y la imposición de Felipe Calderón Hinojosa como presidente de México en 2006.

Desde la fundación del estado moderno, pesa sobre México la sombra del fraude electoral, aunque las elecciones más recientes han logrado marcar hitos en la historia de nuestro país, señaladamente las de 1988, 2006 y 2012. Este trabajo de Lehouq, analiza aspectos que debemos tomar en consideración ante los indicios de que se está cometiendo de nueva cuenta un fraude en las elecciones de 2018 (Ver el v.

Y cuando se habla de fraude electoral no se trata de «teorías de la conspiración», o de la «paranoia de un político opositor», como quieren hacer ver los consorcios televisivos que calan hondo en la subjetividad de un segmento de la población; no se trata tampoco de ideologías, sino de estar conscientes de que los fraudes electorales existen y han enfermado a nuestro país en distintos órdenes: social, política, económica, incluyendo la esfera subjetiva. Y de ello queremos dar cuenta en esta ocasión.

Debe advertirse que la temporalidad del estudio de Lehouq deja fuera los recientes avances tecnológicos en materia de hackeo electoral en este 2018 con el propósito de alterar los resultados electorales en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Sin embargo, se revelan las distintas etapas desde la coacción del voto hasta la manipulación algorítmica.

Dicho lo cual debe señalarse que Lehouq plantea tres hipótesis de entrada para abordar el ensayo.
Primera hipótesis. El fraude puede adoptar una amplia gama de formas. Desde las violaciones de procedimiento a ley electoral, hasta el abierto uso de la violencia contra los votantes.
Segunda hipótesis. El fraude debilita la estabilidad política, ya que puede ser crucial cuando se trata de una contienda reñida.
Tercera hipótesis. La fabricación de votos se incrementa con la desigualdad, pero la competencia, moldeada en parte por las instituciones determina las estrategias de los partidos en cuanto al fraude electoral se refiere.

A)     ¿Qué es el fraude electoral y cómo se estudia?
En principio el fraude es un delito que se lleva a cabo de manera oculta, teniendo cuidado en borrar los rastros, aunque en ciertos recónditos lugares el delito se pueden realizar abiertamente, al amparo de los gobiernos locales.

·       No obstante, la presión política es moralmente reprobable, pero no entra en la categoría de fraude electoral, siempre y cuando no se haya violado la ley.

·       En la cultura del fraude los partidos en el gobierno aprovechan la maquinaria legal del proceso electoral para robarse una elección que no se creen capaces de ganar limpiamente, para ello hacen uso del conocimiento de la ley para emplearla en su favor, incluyendo los órganos de decisión como los tribunales electorales.

·       El estudio del fraude electoral dispone de seis herramientas fundamentales:
1)      Encuestas de opinión, 2) Entrevistas etnográficas, 3) acopio de memorias de los participantes o las víctimas de las argucias electorales 4) acopio de la denuncias ciudadanas y partidarias de fraude, 5) acopio de investigaciones periodísticas y 6) informes de la sociedad civil organizada.


       B)     Tipos de manipulación del voto
De acuerdo a la amplia biografía mostrada por el autor, existen diversos tipo de fraudes electorales en el mundo entero, principalmente se estudian los casos de fraude en Estados Unidos, América Latina y Asia.
Las prácticas más recurrentes identificadas de fraude electoral son la coacción del voto indeciso a través de amenaza o violencia directa, la entrega del boletas marcadas para ser depositadas en la urna, compra del voto, adulteración de urnas, corrupción de la autoridad electoral, «fabricación» de votos, manipulación de resultados. A continuación Lehouq describe una escena que los mexicanos conocemos muy bien:


«Con base en el estudio de registros legislativos, periódicos y correspondencia privada, Sambruccetti (1980) menciona que los partidos añadieron nombres al padrón electoral, colocaron casillas paralelas, compraron votos y destruyeron votos de la oposición en los comicios de 1886. Asimismo, ambos autores comentan el uso de los partidos en el poder de sus mayorías en el Legislativo para rechazar las acusaciones de fraude y certificar el voto. Los relatos de Tjarks (1963) y Sambruccetti (1980) también sugieren que, en Argentina, llenar el padrón electoral con nombres de varones inelegibles era una estrategia clave para el fraude.»

              «De acuerdo con el estudio clásico de Botana (1979) sobre el orden conservador en Argentina entre 1886 y 1916, el fraude permitió a los gobernadores de las provincias aportar los votos requeridos para que su partido pudiera mantener el control de la presidencia, la Cámara de Diputados y las asambleas legislativas de las provincias (encargadas de designar a los miembros del Senado federal).»

Llama la atención que prácticas de fraude electoral identificadas en el siglo XIX y principios del XX, no le sean ajenas al México que se acerca al primer cuarto del siglo XXI.

En la última parte de este apartado, nuestro autor refiere a un caso significativo del fraude llevado a cabo en México en el año 1994:

« La Alianza Cívica de México tomó los informes de más de 1,870 equipos de observadores de una muestra estratificada de casillas rurales, para presentar un cuadro exhaustivo de las irregularidades y violaciones a la ley durante la jornada electoral de 1994, año en el que el país contaba por vez primera con un tribunal y un sistema administrativo independientes a cargo de la elección (Calderón Alzati y Cazés, 1996: 169-189). Los observadores señalan que en más de dos terceras partes de las casillas se registró la llegada de ciudadanos cuyos nombres no aparecían en el padrón electoral (y sí presentaron la identificación pertinente, denominada credencial de elector). Además, encontraron que en más de la tercera parte de las circunscripciones no se respetó el carácter secreto del voto y los partidos o las autoridades electorales presionaron a los electores en una cuarta parte de las casillas. Los observadores reportan numerosas violaciones de procedimiento; por ejemplo, que más de la tercera parte de las casillas abrió después de las 9:00 a.m. y que en 6% de las casillas no se colgó la manta con los resultados después de que los funcionarios y los observadores de los partidos contaron los votos... (este) trabajo realizado por Alianza Cívica (…) incluye la clasificación y medición cuantitativa de actos de fraude, objetivos necesarios para abordar de manera más sistemática el tema del fraude electoral.»

C)     Naturaleza del fraude electoral
Considerando el aporte que hiciera para el caso mexicano el investigador Aziz Nassif en 1987, Lehouq destaca «que la manipulación del ámbito electoral por parte del PRI incluía un padrón parcial de electores; la reforma de las leyes electorales estatales previa a los comicios a fin de despojar a los partidos de oposición del derecho de contar con observadores en todas las mesas electorales, y la calificación de resultados a cargo de la asamblea legislativa estatal (constituida únicamente por diputados del PRI), en lugar de disponer de un tribunal electoral imparcial». 

En ese sentido la actual ley es regresiva en tanto que deja en manos del PRI y del PAN la asignación de los siete magistrados miembros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Después de hacer un análisis de los sistemas electorales en España, Filipinas, Costa Rica y Senegal, el autor sostiene que el fraude electoral es común en los más diversos sistemas políticos y que pueden existir infinitas formas de alterar los resultados de una elección, sin embargo es una práctica que indigna a los partidos y a los ciudadanos; además de constituirse bajo una dimensión normativa convirtiéndola en algo que va más allá de las meras violaciones a la ley electoral, refiere a la profanación de las libertades civiles y de los principios democráticos liberales.

D)    Magnitud y consecuencias del fraude electoral

De manera extraña, en este apartado, pese a las múltiples experiencias de fraude en diversos países, al autor no le parece que las diversas formas de manipulación de los resultados electorales justifiquen ningún tipo de sanción, ni que afectase significativamente los resultados. Destaca el caso de la elección de 1988 en México, y afirma: « probablemente la oposición no ganó los comicios generales de 1988, cuyo resultado fue la ‘controvertida’ elección de Carlos Salinas a la presidencia. Tomando en cuenta las preferencias de quienes no votaron (y favorecían  ‘desproporcionadamente’ a los candidatos de la oposición), los autores Domínguez y McCann sugieren que Salinas hubiera ganado de cualquier forma…» Es decir, el alud de denuncias de manipulación en las distintas fases del proceso electoral de 1988, sin importar la cantidad que fuera, Salinas habría «ganado».

A la cantidad consabida de irregularidades de ese proceso, incluida la «caída del sistema», Lehouq denomina  a estos hechos como «chanchullos» que «despojaron al resultado de elección de legitimidad…»

Pese a que en el apartado anterior Lehoucq termina diciendo que el fraude «profana las libertades civiles y los principios democráticos liberales» termina diciendo ahora: «Aunque las constantes acusaciones de fraude que acompañan a las elecciones en sistemas no reformados exageran el impacto del fraude… Los conocimientos sobre la magnitud del fraude indican que éste no siempre es eficaz».

Y agrega: «Los tres tipos de pruebas indican que las denuncias suelen ser exageradas; la encuesta realizada en México en 1988 y las demandas de nulidad de Costa Rica señalan que el fraude no es, por regla general, la causa de una derrota electoral.

Para el autor una encuesta –que no un estudio exhaustivo- es es suficiente para indicar que «por regla general» la operación de fraude no es tan grave al momento de ejecutarlo.

E)     Las causas de manipulación del voto
En este apartado, Lehoucq reconoce que no existen suficientes estudios que expliquen los motivos del fraude electoral, pero puede deducirse por sentido común que un fraude electoral se ejecuta para que grupos de interés retengan u obtengan el control del Estado para hacerse del manejo discrecional del dinero público, pero también para manejarse en la impunidad, en el tráfico de influencias y la hegemonía y control políticos.
Sin embargo Lehoucq evoca nuevamente el estudio de Domínguez y McCann (1996) según el cual las prácticas de fraude electoral se llevan a cabo, sobre todo, en zonas urbanas, quizás por la referencia de la pobreza que es común es esos lugares. Sin embargo, el fraude se lleva a cabo donde hay pobreza, y a mayor pobreza más susceptible son los votantes a recibir prebendas o ser coaccionados. Otro factor a tomar en cuenta que suma a favor del fraude electoral es la ausencia de organización política de los grupos sociales. Pobreza y desorganización es terreno fértil para consumar el fraude electoral.

Como contraste a lo anteriormente descrito, mostramos la conclusión del autor este apartado: « Las conclusiones de Alianza Cívica (Calderón Alzati y Cazés, 1996; Cazés, 1996) en cuanto a las violaciones al carácter secreto del voto como hechos más comunes en casillas rurales, indican que las maquinarias locales recurren a tácticas sutiles para controlar a los votantes, tácticas que la observación electoral detecta en un entorno electoral cada vez más competitivo. Los estudios actuales también indican que las propiedades de las leyes electorales (tamaño de las circunscripciones y fórmula electoral) pueden acentuar la incertidumbre de la competencia política, el factor a través del cual las variables sociales y políticas delinean la naturaleza y frecuencia de la manipulación de votos».

Conclusiones
Las conclusiones del estudio de Lehoucq se resumen de la siguiente manera:

«Las investigaciones del fraude electoral coinciden en sus resultados. Primero, el fraude adopta una amplia variedad de formas, desde las violaciones de procedimiento a la ley electoral (con o sin la intención de alterar los resultados) hasta el abierto uso de la violencia para intimidar a los votantes y observadores electorales. Además, sólo la menor parte de las acusaciones implica tipos de fraude flagrantes. Segundo, la mayor parte de las veces la manipulación del voto no parece desempeñar un papel decisivo. Probablemente la colorida historia de la fabricación de votos exagere su propio papel como factor en los resultados de las elecciones. Sin embargo, el fraude debilita la estabilidad política, ya que puede ser crucial cuando se trata de una contienda muy reñida. Aun cuando las elecciones no sean tan competidas, la manipulación del voto despoja a los comicios de credibilidad y, en consecuencia, evita la consolidación de las instituciones democráticas. Tercero, la competencia política define el ritmo y el tipo del fraude electoral. Los intentos de robar las elecciones se incrementan con la desigualdad social, pero la competencia política, moldeada en parte por las instituciones, determina las estrategias de los partidos para manipular los votos.

Nuestro punto de vista dista de las conclusiones del trabajo de Fabrice Lehoucq. Nuestra opinión es que, en el caso mexicano, primero, no lograr trascender el obsoleto sistema de representación que tenemos donde el aparato del fraude, con su formidable complejidad y amplitud formidables, anula desde su raíz conceptual y política al proceso electoral. El fraude actúa antes, durante y después de la elección, abarca todo el entorno político-social ejecutando prácticas clientelares (prebendas) o caciquiles (coacción), según se requiera. Pero comprende diversos niveles que son operados por el partido en el poder y sus aliados políticos (sindicatos, otros partidos, etc). Desde allí se instalan los diputados y senadores que fungirán como correa de transmisión con los gobernadores de los estados para dispersar de manera diferenciada inmensas cantidades del dinero público desviado para la compra del voto, disfrazado de programa social.

Por supuesto, para este proceso es impresindible la operación de los gobernadores quienes reciben partidas enormes de dinero que pueden usar de manera discrecional. Además, está la colusión de grandes consorcios mediáticos (prensa escrita, radio y principalmente televisión orientan la opinión y crean una percepción estadística (encuestas) a favor de un candidato y contra el candidato que no representa sus intereses.

El sector del poder económico, no queda fuera de este esquema pues emplea las cámaras de comercio, los propios medios de comunicación y sus enormes recursos económicos para manifestarse a favor del candidato oficial y en contra del candidato opositor. Confabulan contra el candidato contrincante difundiendo propagando negra o guerra sucia.

Le sigue la institución electoral que organiza la elección y realiza el conteo de los sufragios (INE) y la que califica la elección (TEPJF). Se ha registrado en las últimas elecciones que los miembros de estas instancias son elegidos directamente por las mayorías parlamentarias producto de los procesos fraudulentos previos, todo mediado por enormes cantidades de dinero.

Este esbozo general de las partes que componen el fraude en México tiene como telón de fondo y como base la pobreza y la pobreza extrema para operar con mayor fluidez, ello explica la concentración de la riqueza es tan escandalosa en México y que la pobreza abarque más de la mitad de la población total del país, ello le proporciona un «voto duro» que garantiza una base cómoda para elecciones venideras.

Sin duda esto es lo que ha impedido dar el paso hacia el diseño de un sistema auténticamente democrático, más allá del sistema de representación vigente en nuestro país que equivocadamente se identifica con la democracia, o la democracia directa.

Para quien haya llegado hasta este punto, debo decir que todo este poderoso andamiaje de corrupción electoral es derrotado con una medida que resulta al mismo tiempo simple y extraordinariamente complicadas: el voto masivo. El voto masivo hace que ninguna cantidad de dinero alcance para comprar las voluntades suficientes para ganar la elección, dificulta toda la operación del fraude;  y ahora con las inusitadas herramientas digitales es posible hacer frente a los grandes consorcios mediáticos, pero también mantener vigilancia a las autoridades encargadas de la elección.

El poder político en México tiene una inercia de corrupción innegable; opera por instinto de sobrevivencia. Pero por lo dicho anteriormente, es posible en México, por fin, derrotar el gran aparato del fraude en este 2018. El aprendizaje de este experiencia nos hace consicentes de que, unidos, podemos ser capaces de dar rumbo de la nación.

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