CULTURA Y ELECCIONES




Rogelio Guerra Espinoza. Entre otras es profesor de Teatro en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) de 1988 a 1990. Director de la Compañía Universitaria de Teatro de la UAA de 1988 a 1990. Fundador y director del Grupo Cultural de Teatro y Declamación Coral «Ricardo Flores Magón» en Aguascalientes, desde 1983. Representante del CLETA-UNAM en giras artísticas y encuentros culturales por las universidades de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá en Centroamérica y en Los Ángeles, San Diego, y San Francisco, California, EE.UU. 



El Sistema Constitucional de tres poderes, ha sido inventado e instaurado en Estados Unidos en 1783 a partir de los planteamientos del Barón de Montesquieu en su obra El espíritu de las leyes (1748). Parte de ese sistema capitalista, es la llamada «Democracia Representativa», que funciona basada en los partidos políticos y en el juego electoral creado para garantizar a los grandes capitales la paz y tranquilidad, la conservación del statu quo y su consiguiente enriquecimiento.

El proceso electoral consiste en hacer creer a la gente, a la sociedad, que es el pueblo quien elige a los gobernantes que trabajarán en beneficio de la colectividad.

Así ha venido funcionando el capitalismo, etapa actual del desarrollo humano. Vemos que les ha resultado favorable a quienes detentan el poder del capital y de quienes son puestos por ellos para gobernar; así lo han hecho durante los últimos doscientos años, esparciéndose cada vez más en este mundo, globalizado y neoliberal.

Pero todo lleva en sí el germen de su propia destrucción, la opresión de este sistema, aparte de explotarnos, también nos ha impulsado a la búsqueda de soluciones a las crisis sociales, humanas y ambientales causadas por el propio sistema, pero asumiendo que debe ser la humanidad en su conjunto quien puede y debe arreglar el entuerto.

Esta capacidad crítica de inconformarse (el arte entre ellas), de búsqueda, de no renunciar jamás a la posibilidad de soñar, de crear y de luchar por nuevas etapas y nuevas maneras de producción y desarrollo, de reparto de la riqueza creada, nos ha permitido mirar más allá de lo que nos quieren hacer creer y mirar.

La imaginación nos ha llevado, durante doscientos de capitalismo, a pensar que si la sociedad, el pueblo, no acciona en su derecho a exigir mejores niveles de vida, nos espera un futuro aterrador de control burgués como el que planteaba Aldous Huxley en Un mundo feliz, o la historia Cuando el destino nos alcance, llevada al cine por Harry Harrison.

Es gracias al irrenunciable derecho a soñar, a plantear utopías que nos permite vislumbrar un devenir maravilloso como han imaginado los comunistas o los religiosos de la Teología de la Liberación o las comunidades indígenas de Chiapas: un mundo en donde a cada quién se le exija según su capacidad pero se le dé según sea su necesidad; una sociedad de justicia e igualdad en donde la representación de Dios esté en cada uno; «un mundo en donde quepan muchos mundos» y «quien mande, mande obedeciendo» y se privilegie el beneficio colectivo antes del individual.

El reto no es fácil. La humanidad en su conjunto tendrá que ir dando forma al nuevo sistema económico, político, ideológico y el sistema de seguridad, en el que todo sea primero en bien de los más desfavorecidos; primero el bien común sobre el individual. Para esto, se requiere una profunda transformación social.

El cambio de fondo, de raíz, no será con elecciones sistémicas que dan vida y oxígeno a un sistema injusto; tendrá que ser con la participación ordenada, consciente, reflexiva, decidida, organizada, de toda la sociedad –o por lo menos la mayoría de ella -.

La esperanza de un cambio real en beneficio del pueblo – en términos de justicia social, igualdad jurídica, honestidad de los funcionarios, fomento a la actividad artística y científica, etc.- no será a través del proceso electoral que han convenido los grupos sociales antagónicos de pobres y ricos. 

Así, mientras el pueblo siga pensando que votar va a mejorar su condición de marginación y pobreza, la oligarquía –dueños de la política, de los medios de comunicación, de la riqueza nacional, de los consorcios, de la fe, del conocimiento, etc.) seguirá decidiendo a quién poner en el gobierno, haciendo creer que la decisión popular lo puso gracias «a que votó»; seguirá apropiándose de la riqueza que entre todos producimos. «Cada tanto, se le concede al pueblo el derecho de elegir a sus verdugos», decía Ricardo Flores Magón.

Y aunque las promesas de campaña se han convertido en una verdad de perogrullo y la gente sabe de manera generalizada, que los políticos son ladrones y les importa un bledo el pueblo, lo asombroso es que a pesar de las evidencias, en el sentido de que la clase política y los empresarios sólo cuidan sus propios intereses, el pueblo sigue creyendo que elige a sus gobernantes, cuando de antemano ya está acordado, negociado y decidido. 

La gente sigue confiando en las elecciones como forma de mejorar su situación y al Estado le conviene que no se busquen otras formas de accionar y se conformen con votar

Con todo, es bueno recordar lo que decía A. Lincoln: «Se puede tener engañado todo el tiempo a una parte del pueblo, o se puede engañar a todo el pueblo un tiempo; lo que no se pude, es engañar todo el tiempo a todo el pueblo».

Don Ricardo Flores Magón, afirmaba que: «Quien predica a los trabajadores que dentro de la ley puede lograrse la emancipación del proletariado, es un embaucador; pues la ley dice que no debe arrancarse de manos del rico la riqueza que nos ha robado».

Es también tiempo de recordar la obra de José Ma. Morelos y Pavón Proyecto para la concesión de intereses europeos y americanos adictos al gobierno español, que dice en un grito semejante al del profeta Jeremías: «¡Hay que destruir para construir, pues no se puede hablar de justicia ni de una nueva sociedad, si no se destruyen hasta los cimientos las estructuras de opresión!».

Es una falacia por lo tanto, afirmar que por la vía electoral se logrará edificar una nueva sociedad de justicia, libertad y equidad -¿Cómo organizarla, quiénes estarán al frente? Es la búsqueda legítima en la que están desde los utopistas San Tomás Moro, Saint Simon y Charles Fourier; los revolucionarios Marx, Engels, Lenin, El Ché; los anarquistas, los sinarquistas, los cristianos de las Comunidades Eclesiales de Base, etc. Hasta los indígenas de Cherán o Chiapas.


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