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Una vez más, el cumplimiento de los tiempos políticos trae las campañas y la oportunidad de discutir sobre el país que los mexicanos queremos. Sin falta, lo cultural sigue quedando relegado en los planteamientos y discusiones más visibles, para privilegiar la inseguridad y la reforma educativa. Sin embargo, algunos candidatos ya han presentado propuestas concretas al respecto y ya existen una secretaría de Estado y una ley que garantiza el pleno ejercicio de derechos que incluyen dedicarse a producir o prestar servicios culturales como una actividad productiva. Y otra vez queda claro que no basta con decretar la formación de instituciones ni legislar para traer esas abstracciones a la realidad.
Previsiblemente, la inseguridad y sus
derivaciones ocupan el primer plano de interés: delincuencia, corrupción,
pobreza. Entre los bandos llueven tantas acusaciones que la ciudadanía se
pregunta si un requisito para figurar en la contienda consiste en corromperse y
delinquir. A nadie sorprende que los golpes bajos y la guerra sucia se hayan
convertido en el comportamiento habitual de los candidatos, defraudando una vez
más a la ciudadanía que espera la discusión de planteamientos serios, con bases
firmes.
Hasta ahora, en vísperas del segundo
debate, las campañas no le han dado a lo cultural toda la importancia que se pide.
En Morena, según la nota de Eduardo Cruz Vázquez en El Economista del 22 de marzo, entre los equipos de Alejandra
Fraustro con Andrés Manuel López Obrador y Paco Ignacio Taibo II con Claudia
Sheinbaum hay una disputa en la que se ignoran mutuamente sus propuestas. La
publicidad privilegia la idea de transformar Los Pinos en centro cultural.
Por su parte, Ricardo Anaya, del Frente
por México, encomendó a Raúl Padilla el programa de cultura y el ex rector de
la Universidad de Guadalajara lo organizó en torno de ocho ejes principales,
entre los que destacan la concepción de la cultura como motor para el
desarrollo y como creadora de ciudadanía.
Entre tanto, José Antonio Meade, de
Todos por México, designó a Beatriz Paredes como su representante en el tema
cultural, entre cuyas propuestas llama la atención mejorar la seguridad de
artesanos y creadores y promover las industrias culturales.
Por eso gran parte de la comunidad
cultural recibió de buen modo la noticia de la reunión entre los representantes
de cultura de los candidatos a la presidencia de la república, en el centro
cultural Roberto Cantoral, en la capital del país, el 14 de mayo, para hablar
sobre el tema. El diálogo por la reforma cultural, moderado por Eduardo Cruz
Vázquez y Francisco Moreno, se originó a partir de la lectura del libro del
primero, titulado ¡Es la reforma cultural,
presidente! Para Adriana Malvido, en nota del 16 de mayo en El Universal, los participantes
manejaron datos puntualmente, de manera inteligente y respetuosa. Y
coincidieron en llevar la cultura al centro de los planteamientos sobre
desarrollo humano.
Así, por primera vez en la historia del
país y gracias al trabajo de los encargados del tema en los equipos de los
contendientes, lo cultural recibe una atención nunca antes vista en las
campañas políticas. Los sectores de la sociedad –asociaciones civiles de
artistas, promotores y públicos– interesados en el desarrollo humano esperan
que los candidatos las tomen en cuenta. Y que el diálogo por la reforma
cultural rinda buenos frutos.
Para esto, también se requiere un
esfuerzo inédito entre la sociedad civil organizada, de manera que la intención
de convertir la cultura en el corazón del desarrollo deje de endulzar los oídos
y empiece a convertirse en una realidad gozosa, creativa, liberadora.
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