DE LA CULTURA COMO LA GRAN EXPECTATIVA EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS



Ricardo Esquer. Poeta. Radica en Aguascalientes. Estudió Arquitectura en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido jefe del Departamento de Literatura del Instituto de Cultura de Aguascalientes (ICA); miembro del consejo editorial de Espacios y Talleres; coordinador de El Unicornio y editor de Talleres (ICA. Colaborador de Agua Cero,Babel, Contraseña, Dosfilos, El Buscón, El Unicornio, Encuentros, Espacios, La Vitata Litterae, Talleres (ICA, Talleres, Tierra Adentro. Premio Salvador Gallardo Dávalos, en poesía, 1985, por Tejidos.




Una vez más, el cumplimiento de los tiempos políticos trae las campañas y la oportunidad de discutir sobre el país que los mexicanos queremos. Sin falta, lo cultural sigue quedando relegado en los planteamientos y discusiones más visibles, para privilegiar la inseguridad y la reforma educativa. Sin embargo, algunos candidatos ya han presentado propuestas concretas al respecto y ya existen una secretaría de Estado y una ley que garantiza el pleno ejercicio de derechos que incluyen dedicarse a producir o prestar servicios culturales como una actividad productiva. Y otra vez queda claro que no basta con decretar la formación de instituciones ni legislar para traer esas abstracciones a la realidad.

Previsiblemente, la inseguridad y sus derivaciones ocupan el primer plano de interés: delincuencia, corrupción, pobreza. Entre los bandos llueven tantas acusaciones que la ciudadanía se pregunta si un requisito para figurar en la contienda consiste en corromperse y delinquir. A nadie sorprende que los golpes bajos y la guerra sucia se hayan convertido en el comportamiento habitual de los candidatos, defraudando una vez más a la ciudadanía que espera la discusión de planteamientos serios, con bases firmes.

Hasta ahora, en vísperas del segundo debate, las campañas no le han dado a lo cultural toda la importancia que se pide. En Morena, según la nota de Eduardo Cruz Vázquez en El Economista del 22 de marzo, entre los equipos de Alejandra Fraustro con Andrés Manuel López Obrador y Paco Ignacio Taibo II con Claudia Sheinbaum hay una disputa en la que se ignoran mutuamente sus propuestas. La publicidad privilegia la idea de transformar Los Pinos en centro cultural.

Por su parte, Ricardo Anaya, del Frente por México, encomendó a Raúl Padilla el programa de cultura y el ex rector de la Universidad de Guadalajara lo organizó en torno de ocho ejes principales, entre los que destacan la concepción de la cultura como motor para el desarrollo y como creadora de ciudadanía.

Entre tanto, José Antonio Meade, de Todos por México, designó a Beatriz Paredes como su representante en el tema cultural, entre cuyas propuestas llama la atención mejorar la seguridad de artesanos y creadores y promover las industrias culturales.

Por eso gran parte de la comunidad cultural recibió de buen modo la noticia de la reunión entre los representantes de cultura de los candidatos a la presidencia de la república, en el centro cultural Roberto Cantoral, en la capital del país, el 14 de mayo, para hablar sobre el tema. El diálogo por la reforma cultural, moderado por Eduardo Cruz Vázquez y Francisco Moreno, se originó a partir de la lectura del libro del primero, titulado ¡Es la reforma cultural, presidente! Para Adriana Malvido, en nota del 16 de mayo en El Universal, los participantes manejaron datos puntualmente, de manera inteligente y respetuosa. Y coincidieron en llevar la cultura al centro de los planteamientos sobre desarrollo humano.

Así, por primera vez en la historia del país y gracias al trabajo de los encargados del tema en los equipos de los contendientes, lo cultural recibe una atención nunca antes vista en las campañas políticas. Los sectores de la sociedad –asociaciones civiles de artistas, promotores y públicos– interesados en el desarrollo humano esperan que los candidatos las tomen en cuenta. Y que el diálogo por la reforma cultural rinda buenos frutos.

Para esto, también se requiere un esfuerzo inédito entre la sociedad civil organizada, de manera que la intención de convertir la cultura en el corazón del desarrollo deje de endulzar los oídos y empiece a convertirse en una realidad gozosa, creativa, liberadora.





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