CULTURA Y ELECCIONES




Rogelio Guerra Espinoza. Entre otras es profesor de Teatro en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) de 1988 a 1990. Director de la Compañía Universitaria de Teatro de la UAA de 1988 a 1990. Fundador y director del Grupo Cultural de Teatro y Declamación Coral «Ricardo Flores Magón» en Aguascalientes, desde 1983. Representante del CLETA-UNAM en giras artísticas y encuentros culturales por las universidades de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá en Centroamérica y en Los Ángeles, San Diego, y San Francisco, California, EE.UU. 



El Sistema Constitucional de tres poderes, ha sido inventado e instaurado en Estados Unidos en 1783 a partir de los planteamientos del Barón de Montesquieu en su obra El espíritu de las leyes (1748). Parte de ese sistema capitalista, es la llamada «Democracia Representativa», que funciona basada en los partidos políticos y en el juego electoral creado para garantizar a los grandes capitales la paz y tranquilidad, la conservación del statu quo y su consiguiente enriquecimiento.

El proceso electoral consiste en hacer creer a la gente, a la sociedad, que es el pueblo quien elige a los gobernantes que trabajarán en beneficio de la colectividad.

Así ha venido funcionando el capitalismo, etapa actual del desarrollo humano. Vemos que les ha resultado favorable a quienes detentan el poder del capital y de quienes son puestos por ellos para gobernar; así lo han hecho durante los últimos doscientos años, esparciéndose cada vez más en este mundo, globalizado y neoliberal.

Pero todo lleva en sí el germen de su propia destrucción, la opresión de este sistema, aparte de explotarnos, también nos ha impulsado a la búsqueda de soluciones a las crisis sociales, humanas y ambientales causadas por el propio sistema, pero asumiendo que debe ser la humanidad en su conjunto quien puede y debe arreglar el entuerto.

Esta capacidad crítica de inconformarse (el arte entre ellas), de búsqueda, de no renunciar jamás a la posibilidad de soñar, de crear y de luchar por nuevas etapas y nuevas maneras de producción y desarrollo, de reparto de la riqueza creada, nos ha permitido mirar más allá de lo que nos quieren hacer creer y mirar.

La imaginación nos ha llevado, durante doscientos de capitalismo, a pensar que si la sociedad, el pueblo, no acciona en su derecho a exigir mejores niveles de vida, nos espera un futuro aterrador de control burgués como el que planteaba Aldous Huxley en Un mundo feliz, o la historia Cuando el destino nos alcance, llevada al cine por Harry Harrison.

Es gracias al irrenunciable derecho a soñar, a plantear utopías que nos permite vislumbrar un devenir maravilloso como han imaginado los comunistas o los religiosos de la Teología de la Liberación o las comunidades indígenas de Chiapas: un mundo en donde a cada quién se le exija según su capacidad pero se le dé según sea su necesidad; una sociedad de justicia e igualdad en donde la representación de Dios esté en cada uno; «un mundo en donde quepan muchos mundos» y «quien mande, mande obedeciendo» y se privilegie el beneficio colectivo antes del individual.

El reto no es fácil. La humanidad en su conjunto tendrá que ir dando forma al nuevo sistema económico, político, ideológico y el sistema de seguridad, en el que todo sea primero en bien de los más desfavorecidos; primero el bien común sobre el individual. Para esto, se requiere una profunda transformación social.

El cambio de fondo, de raíz, no será con elecciones sistémicas que dan vida y oxígeno a un sistema injusto; tendrá que ser con la participación ordenada, consciente, reflexiva, decidida, organizada, de toda la sociedad –o por lo menos la mayoría de ella -.

La esperanza de un cambio real en beneficio del pueblo – en términos de justicia social, igualdad jurídica, honestidad de los funcionarios, fomento a la actividad artística y científica, etc.- no será a través del proceso electoral que han convenido los grupos sociales antagónicos de pobres y ricos. 

Así, mientras el pueblo siga pensando que votar va a mejorar su condición de marginación y pobreza, la oligarquía –dueños de la política, de los medios de comunicación, de la riqueza nacional, de los consorcios, de la fe, del conocimiento, etc.) seguirá decidiendo a quién poner en el gobierno, haciendo creer que la decisión popular lo puso gracias «a que votó»; seguirá apropiándose de la riqueza que entre todos producimos. «Cada tanto, se le concede al pueblo el derecho de elegir a sus verdugos», decía Ricardo Flores Magón.

Y aunque las promesas de campaña se han convertido en una verdad de perogrullo y la gente sabe de manera generalizada, que los políticos son ladrones y les importa un bledo el pueblo, lo asombroso es que a pesar de las evidencias, en el sentido de que la clase política y los empresarios sólo cuidan sus propios intereses, el pueblo sigue creyendo que elige a sus gobernantes, cuando de antemano ya está acordado, negociado y decidido. 

La gente sigue confiando en las elecciones como forma de mejorar su situación y al Estado le conviene que no se busquen otras formas de accionar y se conformen con votar

Con todo, es bueno recordar lo que decía A. Lincoln: «Se puede tener engañado todo el tiempo a una parte del pueblo, o se puede engañar a todo el pueblo un tiempo; lo que no se pude, es engañar todo el tiempo a todo el pueblo».

Don Ricardo Flores Magón, afirmaba que: «Quien predica a los trabajadores que dentro de la ley puede lograrse la emancipación del proletariado, es un embaucador; pues la ley dice que no debe arrancarse de manos del rico la riqueza que nos ha robado».

Es también tiempo de recordar la obra de José Ma. Morelos y Pavón Proyecto para la concesión de intereses europeos y americanos adictos al gobierno español, que dice en un grito semejante al del profeta Jeremías: «¡Hay que destruir para construir, pues no se puede hablar de justicia ni de una nueva sociedad, si no se destruyen hasta los cimientos las estructuras de opresión!».

Es una falacia por lo tanto, afirmar que por la vía electoral se logrará edificar una nueva sociedad de justicia, libertad y equidad -¿Cómo organizarla, quiénes estarán al frente? Es la búsqueda legítima en la que están desde los utopistas San Tomás Moro, Saint Simon y Charles Fourier; los revolucionarios Marx, Engels, Lenin, El Ché; los anarquistas, los sinarquistas, los cristianos de las Comunidades Eclesiales de Base, etc. Hasta los indígenas de Cherán o Chiapas.


DE LA CULTURA COMO LA GRAN EXPECTATIVA EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS



Ricardo Esquer. Poeta. Radica en Aguascalientes. Estudió Arquitectura en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido jefe del Departamento de Literatura del Instituto de Cultura de Aguascalientes (ICA); miembro del consejo editorial de Espacios y Talleres; coordinador de El Unicornio y editor de Talleres (ICA. Colaborador de Agua Cero,Babel, Contraseña, Dosfilos, El Buscón, El Unicornio, Encuentros, Espacios, La Vitata Litterae, Talleres (ICA, Talleres, Tierra Adentro. Premio Salvador Gallardo Dávalos, en poesía, 1985, por Tejidos.




Una vez más, el cumplimiento de los tiempos políticos trae las campañas y la oportunidad de discutir sobre el país que los mexicanos queremos. Sin falta, lo cultural sigue quedando relegado en los planteamientos y discusiones más visibles, para privilegiar la inseguridad y la reforma educativa. Sin embargo, algunos candidatos ya han presentado propuestas concretas al respecto y ya existen una secretaría de Estado y una ley que garantiza el pleno ejercicio de derechos que incluyen dedicarse a producir o prestar servicios culturales como una actividad productiva. Y otra vez queda claro que no basta con decretar la formación de instituciones ni legislar para traer esas abstracciones a la realidad.

Previsiblemente, la inseguridad y sus derivaciones ocupan el primer plano de interés: delincuencia, corrupción, pobreza. Entre los bandos llueven tantas acusaciones que la ciudadanía se pregunta si un requisito para figurar en la contienda consiste en corromperse y delinquir. A nadie sorprende que los golpes bajos y la guerra sucia se hayan convertido en el comportamiento habitual de los candidatos, defraudando una vez más a la ciudadanía que espera la discusión de planteamientos serios, con bases firmes.

Hasta ahora, en vísperas del segundo debate, las campañas no le han dado a lo cultural toda la importancia que se pide. En Morena, según la nota de Eduardo Cruz Vázquez en El Economista del 22 de marzo, entre los equipos de Alejandra Fraustro con Andrés Manuel López Obrador y Paco Ignacio Taibo II con Claudia Sheinbaum hay una disputa en la que se ignoran mutuamente sus propuestas. La publicidad privilegia la idea de transformar Los Pinos en centro cultural.

Por su parte, Ricardo Anaya, del Frente por México, encomendó a Raúl Padilla el programa de cultura y el ex rector de la Universidad de Guadalajara lo organizó en torno de ocho ejes principales, entre los que destacan la concepción de la cultura como motor para el desarrollo y como creadora de ciudadanía.

Entre tanto, José Antonio Meade, de Todos por México, designó a Beatriz Paredes como su representante en el tema cultural, entre cuyas propuestas llama la atención mejorar la seguridad de artesanos y creadores y promover las industrias culturales.

Por eso gran parte de la comunidad cultural recibió de buen modo la noticia de la reunión entre los representantes de cultura de los candidatos a la presidencia de la república, en el centro cultural Roberto Cantoral, en la capital del país, el 14 de mayo, para hablar sobre el tema. El diálogo por la reforma cultural, moderado por Eduardo Cruz Vázquez y Francisco Moreno, se originó a partir de la lectura del libro del primero, titulado ¡Es la reforma cultural, presidente! Para Adriana Malvido, en nota del 16 de mayo en El Universal, los participantes manejaron datos puntualmente, de manera inteligente y respetuosa. Y coincidieron en llevar la cultura al centro de los planteamientos sobre desarrollo humano.

Así, por primera vez en la historia del país y gracias al trabajo de los encargados del tema en los equipos de los contendientes, lo cultural recibe una atención nunca antes vista en las campañas políticas. Los sectores de la sociedad –asociaciones civiles de artistas, promotores y públicos– interesados en el desarrollo humano esperan que los candidatos las tomen en cuenta. Y que el diálogo por la reforma cultural rinda buenos frutos.

Para esto, también se requiere un esfuerzo inédito entre la sociedad civil organizada, de manera que la intención de convertir la cultura en el corazón del desarrollo deje de endulzar los oídos y empiece a convertirse en una realidad gozosa, creativa, liberadora.





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ANTROPOLOGÍA DEL FRAUDE ELECTORAL, SEGÚN FABRICE LEHOUQ




Abel Arróniz Muñoz. Originario de la Ciudad de México. Ha sido secretario de redacción en el diario El Heraldo de México. Director de la revista de filosofía política «Paideia, divulgación del pensamiento crítico», editor de la «Gaceta Movimientos», creador del blog de divulgación de la ciencia «Descodificando la Realidad»: https://realidaddescodificada.blogspot.mx. Actual director de «Epicentro Cultural».




Frabrice Lehoucq es un investigador académico, reconocido consultor del Centro Carter, investigador de la Universidad de Notre Dame, de la Fundación Alexander Von Humboldt y de la Fundación Nacional para las Humanidades. Es doctor en Ciencia Política de la División de Estudios Políticos del Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE). Entre los diversos estudios que ha escrito tiene uno ad hoc en este momento titulado ¿Qué es el fraude electoral? Su naturaleza, sus causas y consecuencias, del cual intentaremos hacer una semblanza y crítica en este espacio.

En este ensayo, Lehouq lleva a cabo un estudio sobre el fraude electoral en distintas partes del mundo, México incluido a la sazón del conflicto poselectoral en el que el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador denunció el fraude y la imposición de Felipe Calderón Hinojosa como presidente de México en 2006.

Desde la fundación del estado moderno, pesa sobre México la sombra del fraude electoral, aunque las elecciones más recientes han logrado marcar hitos en la historia de nuestro país, señaladamente las de 1988, 2006 y 2012. Este trabajo de Lehouq, analiza aspectos que debemos tomar en consideración ante los indicios de que se está cometiendo de nueva cuenta un fraude en las elecciones de 2018 (Ver el v.

Y cuando se habla de fraude electoral no se trata de «teorías de la conspiración», o de la «paranoia de un político opositor», como quieren hacer ver los consorcios televisivos que calan hondo en la subjetividad de un segmento de la población; no se trata tampoco de ideologías, sino de estar conscientes de que los fraudes electorales existen y han enfermado a nuestro país en distintos órdenes: social, política, económica, incluyendo la esfera subjetiva. Y de ello queremos dar cuenta en esta ocasión.

Debe advertirse que la temporalidad del estudio de Lehouq deja fuera los recientes avances tecnológicos en materia de hackeo electoral en este 2018 con el propósito de alterar los resultados electorales en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP). Sin embargo, se revelan las distintas etapas desde la coacción del voto hasta la manipulación algorítmica.

Dicho lo cual debe señalarse que Lehouq plantea tres hipótesis de entrada para abordar el ensayo.
Primera hipótesis. El fraude puede adoptar una amplia gama de formas. Desde las violaciones de procedimiento a ley electoral, hasta el abierto uso de la violencia contra los votantes.
Segunda hipótesis. El fraude debilita la estabilidad política, ya que puede ser crucial cuando se trata de una contienda reñida.
Tercera hipótesis. La fabricación de votos se incrementa con la desigualdad, pero la competencia, moldeada en parte por las instituciones determina las estrategias de los partidos en cuanto al fraude electoral se refiere.

A)     ¿Qué es el fraude electoral y cómo se estudia?
En principio el fraude es un delito que se lleva a cabo de manera oculta, teniendo cuidado en borrar los rastros, aunque en ciertos recónditos lugares el delito se pueden realizar abiertamente, al amparo de los gobiernos locales.

·       No obstante, la presión política es moralmente reprobable, pero no entra en la categoría de fraude electoral, siempre y cuando no se haya violado la ley.

·       En la cultura del fraude los partidos en el gobierno aprovechan la maquinaria legal del proceso electoral para robarse una elección que no se creen capaces de ganar limpiamente, para ello hacen uso del conocimiento de la ley para emplearla en su favor, incluyendo los órganos de decisión como los tribunales electorales.

·       El estudio del fraude electoral dispone de seis herramientas fundamentales:
1)      Encuestas de opinión, 2) Entrevistas etnográficas, 3) acopio de memorias de los participantes o las víctimas de las argucias electorales 4) acopio de la denuncias ciudadanas y partidarias de fraude, 5) acopio de investigaciones periodísticas y 6) informes de la sociedad civil organizada.


       B)     Tipos de manipulación del voto
De acuerdo a la amplia biografía mostrada por el autor, existen diversos tipo de fraudes electorales en el mundo entero, principalmente se estudian los casos de fraude en Estados Unidos, América Latina y Asia.
Las prácticas más recurrentes identificadas de fraude electoral son la coacción del voto indeciso a través de amenaza o violencia directa, la entrega del boletas marcadas para ser depositadas en la urna, compra del voto, adulteración de urnas, corrupción de la autoridad electoral, «fabricación» de votos, manipulación de resultados. A continuación Lehouq describe una escena que los mexicanos conocemos muy bien:


«Con base en el estudio de registros legislativos, periódicos y correspondencia privada, Sambruccetti (1980) menciona que los partidos añadieron nombres al padrón electoral, colocaron casillas paralelas, compraron votos y destruyeron votos de la oposición en los comicios de 1886. Asimismo, ambos autores comentan el uso de los partidos en el poder de sus mayorías en el Legislativo para rechazar las acusaciones de fraude y certificar el voto. Los relatos de Tjarks (1963) y Sambruccetti (1980) también sugieren que, en Argentina, llenar el padrón electoral con nombres de varones inelegibles era una estrategia clave para el fraude.»

              «De acuerdo con el estudio clásico de Botana (1979) sobre el orden conservador en Argentina entre 1886 y 1916, el fraude permitió a los gobernadores de las provincias aportar los votos requeridos para que su partido pudiera mantener el control de la presidencia, la Cámara de Diputados y las asambleas legislativas de las provincias (encargadas de designar a los miembros del Senado federal).»

Llama la atención que prácticas de fraude electoral identificadas en el siglo XIX y principios del XX, no le sean ajenas al México que se acerca al primer cuarto del siglo XXI.

En la última parte de este apartado, nuestro autor refiere a un caso significativo del fraude llevado a cabo en México en el año 1994:

« La Alianza Cívica de México tomó los informes de más de 1,870 equipos de observadores de una muestra estratificada de casillas rurales, para presentar un cuadro exhaustivo de las irregularidades y violaciones a la ley durante la jornada electoral de 1994, año en el que el país contaba por vez primera con un tribunal y un sistema administrativo independientes a cargo de la elección (Calderón Alzati y Cazés, 1996: 169-189). Los observadores señalan que en más de dos terceras partes de las casillas se registró la llegada de ciudadanos cuyos nombres no aparecían en el padrón electoral (y sí presentaron la identificación pertinente, denominada credencial de elector). Además, encontraron que en más de la tercera parte de las circunscripciones no se respetó el carácter secreto del voto y los partidos o las autoridades electorales presionaron a los electores en una cuarta parte de las casillas. Los observadores reportan numerosas violaciones de procedimiento; por ejemplo, que más de la tercera parte de las casillas abrió después de las 9:00 a.m. y que en 6% de las casillas no se colgó la manta con los resultados después de que los funcionarios y los observadores de los partidos contaron los votos... (este) trabajo realizado por Alianza Cívica (…) incluye la clasificación y medición cuantitativa de actos de fraude, objetivos necesarios para abordar de manera más sistemática el tema del fraude electoral.»

C)     Naturaleza del fraude electoral
Considerando el aporte que hiciera para el caso mexicano el investigador Aziz Nassif en 1987, Lehouq destaca «que la manipulación del ámbito electoral por parte del PRI incluía un padrón parcial de electores; la reforma de las leyes electorales estatales previa a los comicios a fin de despojar a los partidos de oposición del derecho de contar con observadores en todas las mesas electorales, y la calificación de resultados a cargo de la asamblea legislativa estatal (constituida únicamente por diputados del PRI), en lugar de disponer de un tribunal electoral imparcial». 

En ese sentido la actual ley es regresiva en tanto que deja en manos del PRI y del PAN la asignación de los siete magistrados miembros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).

Después de hacer un análisis de los sistemas electorales en España, Filipinas, Costa Rica y Senegal, el autor sostiene que el fraude electoral es común en los más diversos sistemas políticos y que pueden existir infinitas formas de alterar los resultados de una elección, sin embargo es una práctica que indigna a los partidos y a los ciudadanos; además de constituirse bajo una dimensión normativa convirtiéndola en algo que va más allá de las meras violaciones a la ley electoral, refiere a la profanación de las libertades civiles y de los principios democráticos liberales.

D)    Magnitud y consecuencias del fraude electoral

De manera extraña, en este apartado, pese a las múltiples experiencias de fraude en diversos países, al autor no le parece que las diversas formas de manipulación de los resultados electorales justifiquen ningún tipo de sanción, ni que afectase significativamente los resultados. Destaca el caso de la elección de 1988 en México, y afirma: « probablemente la oposición no ganó los comicios generales de 1988, cuyo resultado fue la ‘controvertida’ elección de Carlos Salinas a la presidencia. Tomando en cuenta las preferencias de quienes no votaron (y favorecían  ‘desproporcionadamente’ a los candidatos de la oposición), los autores Domínguez y McCann sugieren que Salinas hubiera ganado de cualquier forma…» Es decir, el alud de denuncias de manipulación en las distintas fases del proceso electoral de 1988, sin importar la cantidad que fuera, Salinas habría «ganado».

A la cantidad consabida de irregularidades de ese proceso, incluida la «caída del sistema», Lehouq denomina  a estos hechos como «chanchullos» que «despojaron al resultado de elección de legitimidad…»

Pese a que en el apartado anterior Lehoucq termina diciendo que el fraude «profana las libertades civiles y los principios democráticos liberales» termina diciendo ahora: «Aunque las constantes acusaciones de fraude que acompañan a las elecciones en sistemas no reformados exageran el impacto del fraude… Los conocimientos sobre la magnitud del fraude indican que éste no siempre es eficaz».

Y agrega: «Los tres tipos de pruebas indican que las denuncias suelen ser exageradas; la encuesta realizada en México en 1988 y las demandas de nulidad de Costa Rica señalan que el fraude no es, por regla general, la causa de una derrota electoral.

Para el autor una encuesta –que no un estudio exhaustivo- es es suficiente para indicar que «por regla general» la operación de fraude no es tan grave al momento de ejecutarlo.

E)     Las causas de manipulación del voto
En este apartado, Lehoucq reconoce que no existen suficientes estudios que expliquen los motivos del fraude electoral, pero puede deducirse por sentido común que un fraude electoral se ejecuta para que grupos de interés retengan u obtengan el control del Estado para hacerse del manejo discrecional del dinero público, pero también para manejarse en la impunidad, en el tráfico de influencias y la hegemonía y control políticos.
Sin embargo Lehoucq evoca nuevamente el estudio de Domínguez y McCann (1996) según el cual las prácticas de fraude electoral se llevan a cabo, sobre todo, en zonas urbanas, quizás por la referencia de la pobreza que es común es esos lugares. Sin embargo, el fraude se lleva a cabo donde hay pobreza, y a mayor pobreza más susceptible son los votantes a recibir prebendas o ser coaccionados. Otro factor a tomar en cuenta que suma a favor del fraude electoral es la ausencia de organización política de los grupos sociales. Pobreza y desorganización es terreno fértil para consumar el fraude electoral.

Como contraste a lo anteriormente descrito, mostramos la conclusión del autor este apartado: « Las conclusiones de Alianza Cívica (Calderón Alzati y Cazés, 1996; Cazés, 1996) en cuanto a las violaciones al carácter secreto del voto como hechos más comunes en casillas rurales, indican que las maquinarias locales recurren a tácticas sutiles para controlar a los votantes, tácticas que la observación electoral detecta en un entorno electoral cada vez más competitivo. Los estudios actuales también indican que las propiedades de las leyes electorales (tamaño de las circunscripciones y fórmula electoral) pueden acentuar la incertidumbre de la competencia política, el factor a través del cual las variables sociales y políticas delinean la naturaleza y frecuencia de la manipulación de votos».

Conclusiones
Las conclusiones del estudio de Lehoucq se resumen de la siguiente manera:

«Las investigaciones del fraude electoral coinciden en sus resultados. Primero, el fraude adopta una amplia variedad de formas, desde las violaciones de procedimiento a la ley electoral (con o sin la intención de alterar los resultados) hasta el abierto uso de la violencia para intimidar a los votantes y observadores electorales. Además, sólo la menor parte de las acusaciones implica tipos de fraude flagrantes. Segundo, la mayor parte de las veces la manipulación del voto no parece desempeñar un papel decisivo. Probablemente la colorida historia de la fabricación de votos exagere su propio papel como factor en los resultados de las elecciones. Sin embargo, el fraude debilita la estabilidad política, ya que puede ser crucial cuando se trata de una contienda muy reñida. Aun cuando las elecciones no sean tan competidas, la manipulación del voto despoja a los comicios de credibilidad y, en consecuencia, evita la consolidación de las instituciones democráticas. Tercero, la competencia política define el ritmo y el tipo del fraude electoral. Los intentos de robar las elecciones se incrementan con la desigualdad social, pero la competencia política, moldeada en parte por las instituciones, determina las estrategias de los partidos para manipular los votos.

Nuestro punto de vista dista de las conclusiones del trabajo de Fabrice Lehoucq. Nuestra opinión es que, en el caso mexicano, primero, no lograr trascender el obsoleto sistema de representación que tenemos donde el aparato del fraude, con su formidable complejidad y amplitud formidables, anula desde su raíz conceptual y política al proceso electoral. El fraude actúa antes, durante y después de la elección, abarca todo el entorno político-social ejecutando prácticas clientelares (prebendas) o caciquiles (coacción), según se requiera. Pero comprende diversos niveles que son operados por el partido en el poder y sus aliados políticos (sindicatos, otros partidos, etc). Desde allí se instalan los diputados y senadores que fungirán como correa de transmisión con los gobernadores de los estados para dispersar de manera diferenciada inmensas cantidades del dinero público desviado para la compra del voto, disfrazado de programa social.

Por supuesto, para este proceso es impresindible la operación de los gobernadores quienes reciben partidas enormes de dinero que pueden usar de manera discrecional. Además, está la colusión de grandes consorcios mediáticos (prensa escrita, radio y principalmente televisión orientan la opinión y crean una percepción estadística (encuestas) a favor de un candidato y contra el candidato que no representa sus intereses.

El sector del poder económico, no queda fuera de este esquema pues emplea las cámaras de comercio, los propios medios de comunicación y sus enormes recursos económicos para manifestarse a favor del candidato oficial y en contra del candidato opositor. Confabulan contra el candidato contrincante difundiendo propagando negra o guerra sucia.

Le sigue la institución electoral que organiza la elección y realiza el conteo de los sufragios (INE) y la que califica la elección (TEPJF). Se ha registrado en las últimas elecciones que los miembros de estas instancias son elegidos directamente por las mayorías parlamentarias producto de los procesos fraudulentos previos, todo mediado por enormes cantidades de dinero.

Este esbozo general de las partes que componen el fraude en México tiene como telón de fondo y como base la pobreza y la pobreza extrema para operar con mayor fluidez, ello explica la concentración de la riqueza es tan escandalosa en México y que la pobreza abarque más de la mitad de la población total del país, ello le proporciona un «voto duro» que garantiza una base cómoda para elecciones venideras.

Sin duda esto es lo que ha impedido dar el paso hacia el diseño de un sistema auténticamente democrático, más allá del sistema de representación vigente en nuestro país que equivocadamente se identifica con la democracia, o la democracia directa.

Para quien haya llegado hasta este punto, debo decir que todo este poderoso andamiaje de corrupción electoral es derrotado con una medida que resulta al mismo tiempo simple y extraordinariamente complicadas: el voto masivo. El voto masivo hace que ninguna cantidad de dinero alcance para comprar las voluntades suficientes para ganar la elección, dificulta toda la operación del fraude;  y ahora con las inusitadas herramientas digitales es posible hacer frente a los grandes consorcios mediáticos, pero también mantener vigilancia a las autoridades encargadas de la elección.

El poder político en México tiene una inercia de corrupción innegable; opera por instinto de sobrevivencia. Pero por lo dicho anteriormente, es posible en México, por fin, derrotar el gran aparato del fraude en este 2018. El aprendizaje de este experiencia nos hace consicentes de que, unidos, podemos ser capaces de dar rumbo de la nación.

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CULTURA POLÍTICA Y ELECCIONES EN MÉXICO


Alfredo Ibarra Camacho. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la ENEP-Acatlán. Ha tomado varios diplomados en administración pública federal y estatal, finanzas públicas, periodismo y el sistema electoral mexicano. Ha sido maestro e investigador universitario en la Universidad Autónoma de Sinaloa, la Universidad de Occidente, la Universidad Autónoma de Aguascalientes, el Instituto de Administración Pública de Sinaloa y el Instituto Nacional de Administración Pública. Conferencista en universidades e instituciones, analista financiero y analista político en revistas, periódicos, radio y televisión.




Fue el filósofo y lógico griego Aristóteles maestro de Alejandro Magno, quien acuñó el término zoon politikon, refiriéndose a que el ser humano es por naturaleza un animal político o un animal social que no puede vivir aislado de la sociedad, ya que solamente así puede lograr la justicia y el bien común utilizando el diálogo y la conciliación.

Aristóteles
De tal manera que la reflexión del filósofo estagirita (384-322 a.d.C.), es fundamental para entender el pensamiento político y que durante siglos ha sido apreciado y valorado por siglos por estudiosos de muy diversas escuelas e ideologías; incluso su lectura es necesaria y obligatoria para los estudiantes de ciencias sociales y humanidades, por lo tanto, no es de extrañar que el texto del filósofo griego haya tenido una gran influencia en pensadores y estudiosos medievales y modernos.

Todos estos comentarios surgen a raíz y es muy común escuchar a muchos ciudadanos definirse como apolíticos, concepción que choca con la reflexión de Aristóteles, esta idea nos permite apreciar que es muy probable que estas personas no les interese la política y que por lo tanto no se presenten a las urnas, una de las razones que aducen para justificar este comportamiento que votar no cambia el contexto social o también porque consideran que la política es una actividad que practican personas deshonestas y corruptas.

Las elecciones son el brazo ejecutor de la democracia, sin ella no pueden legitimarse los gobiernos, además es un derecho mediante el cual los ciudadanos eligen libremente a sus gobernantes, pero también pueden en un momento dado destituirlos y volver a elegir a nuevos representantes. Los procesos electorales constituyen la característica principal de las naciones que se consideran democráticas y México pertenece a este grupo de países. Las elecciones democráticas son aquellas en la que la única incertidumbre existente es la de los resultados, las cuales se circunscriben a la voluntad libre de los electores, y en las que el marco legal está claramente definido, garantizando condiciones de competencia medianamente equitativas para todos los partidos políticos y candidatos contendientes.   

La ¿antigua? aplanadora del PRI
Hace 30 años aproximadamente no podíamos decir lo mismo, ya que había el predominio de un solo partido político, el PRI, en esta época la voluntad de los electores no era respetada, las reglas del juego no eran claras, no había piso parejo para las demás fuerzas políticas, como consecuencia ningún partido político que no fuera el Partido Revolucionario Institucional tenía la más mínima posibilidad de obtener triunfos, ya fuera a nivel municipal, estatal o federal, que sirviera de contrapeso al partido hegemónico. Lo único que la ciudadanía sabía antes de votar, era que el PRI ganaría apabullantemente arreglando a su modo el porcentaje con que aplastaría a la oposición. Esto propició que los estudios sobre el sistema político mexicano fueran escasos desde la federalización de las elecciones en 1946, esta época se caracterizaba por la sumisión de los poderes ejecutivo y judicial al poder ejecutivo representada en la figura del presidente de la república. El jefe del ejecutivo era el gran elector, nombraba al presidente del PRI, a los gobernadores, a los diputados y senadores, a los diplomáticos, tenía un poder absoluto, más que un monarca europeo. La oposición era muy débil, a menudo la disidencia era castigada con cárcel, con destierro o con la muerte. Cuando la oposición llegaba a ganar alguna diputación o presidencia municipal se les hacía fraude, era el signo de los gobiernos caciquiles y autoritarios.

El PRI desde su fundación en 1929 por el general Plutarco Elías Calles fue un partido cerrado, antidemocrático, clientelar, paternalista y corporativista que operaba como una dictadura perfecta, tal como lo definió el escritor peruano-español Mario Vasgas Llosa, hasta los intelectuales y periodistas, medios de comunicación eran cooptados por el gobierno, no había libertad de expresión, incluso una de las causas que provocó el Movimiento Estudiantil de 1968 era la falta de democracia y libertades políticas, esta rebelión estudiantil fue salvajemente reprimida por el gobierno de Díaz Ordaz.

Por fortuna las cosas han ido cambiando ya que en la actualidad gozamos de mayor libertad, las elecciones con sus fallas son más democráticas. Con reglas claramente definidas en la Constitución, se han creado instituciones, tal es el caso del Instituto Federal Electoral (IFE) actualmente Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), con ello se garantizan contiendas transparentes, competitivas y legales.

Debemos reconocer que la democracia mexicana es muy imperfecta, prevalecen prácticas políticas del pasado, que con la presión de la ciudadanía y de los partidos políticos podrán ir desapareciendo, las elecciones son muy costosas, los partidos se exceden en sus gastos, se debe acabar con prácticas antidemocráticas como el acarreo, la repartición de despensas, compra de voto, operación tamal, ratón loco y otro tipo de dádivas ofrecidas por los actores políticos y en cambio se deben fomentar la alfabetización política, formar un ciudadano mejor informado y más crítico, elevar los niveles de  cultura política del pueblo y de participación ciudadana en los procesos electorales.

REFERENCIAS



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